En esta operación se requiere en el instructor el entusiasmo por lo que va a enseñar y demostrar seguridad por sus conocimientos. De esto depende en gran parte que se logre una buena instrucción.
Ser amable con él. Para desvanecer la duda que tiene sobre la calidad humana de su jefe. Esto se logra a través de una pequeña plática que esté desligada completamente del trabajo que va a desempeñar, preguntarle por su domicilio, si se le dificultó llegar a la fábrica, hablar de deportes o de una actividad que le guste en particular.
Definir su trabajo y averiguar su experiencia. Definirle sus labores para darle una idea clara de aquello que se le prepara; indicarle el trabajo que va a desempeñar. Averiguar su experiencia; es de suma importancia para el supervisor aportar datos sobre los conocimientos, disposiciones y circunstancias del trabajador, que determinarán una adaptación a la instrucción, para hacérsela accesible; preguntarle si ha desarrollado algún trabajo semejante o igual al que se le va a encomendar, para decidir el nivel a partir del cual se debe iniciar la instrucción.
Despertar su interés por aprender. Se le destaca la importancia del trabajo que va a desempeñar; hacerle saber que toda actividad del hombre posee importancia, para la mejor comprensión y realización de la tarea.
Al momento de despertarle el interés al empleado, se llega a la culminación de la preparación.
Colocar al instruido en posición adecuada. Significa que debe captar perfectamente todo aquello que se le va a enseñar, de tal manera que vea la demostración como si él mismo la estuviera ejecutando, para que, posteriormente, note cambios.
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